Un mar de aplicaciones
En la vida cotidiana, es fácil encontrarse con situaciones que requieren una resolución inmediata, y al no hallarla, escuchamos frases como «debería existir una aplicación para esto». Esta forma de pensar, ha hecho que las diferentes tiendas estén saturadas de aplicaciones sin valor que no representan una utilidad real para el usuario. Se podría decir que hay apps para hacer casi cualquier cosa.
Este escenario es quizás más evidente en la tienda de Google, algo menos restrictiva a la hora de aprobar aplicaciones que se parecen entre sí: encontramos muchísimas apps de calculadoras o linternas que no aportan nada nuevo.
Sin duda, no se trata de un panorama alentador para el diseñador que va a lanzar su producto y representa un desafío para incorporar a la oferta una app que realmente se destaque y diferencie de las demás, ya sea por su utilidad real o por su experiencia de uso.
Puede que una app no sea la respuesta
Hay que considerar que una aplicación no necesariamente es la respuesta a cada circunstancia. Involucrar permanentemente la tecnología a veces fuerza la forma de resolver una situación, añadiendo agentes innecesarios en medio del proceso.
Por ejemplo, resulta inútil una aplicación para abrir la puerta del coche, cuando el hecho de sacar el teléfono del bolsillo, buscar la aplicación y la función adecuada para esta tarea, genera un camino más largo e incómodo para el usuario que simplemente usar sus llaves. Hacer algo usando una aplicación debería ser más fácil que hacerlo sin ella. El uso de las apps como respuesta a una situación se justifica cuando simplifica un proceso y mejora la experiencia para el usuario.
Valor para diferenciarse
Para diferenciarse de las demás, una aplicación tiene que aportar algo significativo y de valor para el usuario. El camino para empezar a conseguirlo se basa en tres pilares, que probablemente otras aplicaciones no han tenido en cuenta, y eso ya puede significar una diferencia.
1. Tener un objetivo
El objetivo es el motor de una app, lo que conduce todo. Prácticamente cualquier cosa que se incluya en una aplicación tiene que, en cierta medida, responder a él. Está directamente ligado a las necesidades del usuario y a la forma como la aplicación ayuda a resolverlas.
Las necesidades pueden estar relacionadas con el entretenimiento, la información, la interacción social o bien resolver un problema específico, como buscar el mejor camino para llegar a casa cuando se está perdido. En la medida en que la aplicación responda mejor a ellas, será más valiosa para el usuario.
2. Pensar en el usuario
Las personas como centro de atención son la columna vertebral del llamado «diseño centrado en el usuario», que tiene en cuenta sus emociones, motivaciones y necesidades, a la hora de proponer soluciones.
La información que se obtiene al conocer al usuario permite tomar decisiones de diseño que ayuden a crear aplicaciones intuitivas y, por consiguiente, más fáciles de usar.
3. Determinar el contexto
El contexto de uso es el lugar donde se usará la aplicación: ubica al usuario en un espacio físico determinado que afecta y condiciona la forma que tiene de interactuar con la pantalla. El contexto también tiene en cuenta factores como el ambiente general del lugar, las personas allí presentes y las acciones puntuales que en él se realizan.
Por ejemplo, no es lo mismo diseñar una app para una persona que estará corriendo o haciendo ejercicio en el gimnasio, que para alguien que estará sentado esperando el próximo bus o en casa enviando mensajes a sus amigos.
El nacimiento de la idea
Las ideas cambian el mundo. Para un diseñador, una idea es una propuesta hacia los usuarios con base en su interpretación de cómo podrían resolver sus necesidades. Las ideas no tienen que ser necesariamente originales o únicas, pero sí tienen que ser mejores que las demás.
Posiblemente, al principio ni siquiera se tenga una idea. ¿Qué hacer entonces? Investigar. Y aunque esta palabra asuste un poco, puede ser tan simple como mirar alrededor: observar el entorno, las personas que nos rodean y las dificultades que encuentran en su vida cotidiana o las que encontramos nosotros mismos.
Qué hacer si ya existe algo parecido
Con una idea en la mano, o mejor dicho en la cabeza, el siguiente paso lógico es comprobar si esa idea ya existe, si fue desarrollada por otros anteriormente y de qué manera. Es lo que generalmente se conoce como Benchmarking.
Al investigar un poco por Internet o en las tiendas de apps, suele hallarse alguna aplicación parecida a primera vista, con la consecuente desilusión que esto ocasiona. Encontrarse en una situación como esta no quiere decir que deba abandonarse todo, dejar el proyecto de lado y volver a comenzar el proceso de pensar en algo.
Simplemente, se pueden analizar y valorar las alternativas existentes para entender cómo pueden ser mejoradas, complementadas u ofrecer algo que agregue valor a sus propuestas. En este caso, el camino para hacer la diferencia puede ser especializarse en alguna funcionalidad, trabajar en la simplicidad o en otros aspectos que, en definitiva, mejoren la experiencia de uso y la utilidad real de la app.
Más aún, toda esta investigación necesaria para mejorar la idea inicial puede ser un diferencial. Puede ayudar a darse cuenta de algunas cosas que la eventual competencia no tuvo en consideración, convirtiéndose en algo que esta haya pasado por alto.
Esto fue lo que sucedió con Mailbox App, un cliente de correo. En el momento de su lanzamiento ya había otras alternativas en el mercado, como Gmail; sin embargo, aprovecharon la oportunidad de ofrecer un producto que cambiara el concepto de correo que tenían sus competidores y así consiguieron ser reconocidos.
Cómo saber si la idea funcionará
El siguiente paso después de tener una idea es realizar algunas comprobaciones para saber si realmente puede funcionar o si debe corregirse.
La forma de hacer esto es sondear con algunos usuarios que puedan dar su visión del concepto planteado. Es un proceso que no necesariamente tiene que ser costoso o largo, y que puede llevarse a cabo simplemente observando a las personas que nos rodean y tomando nota de sus costumbres y dificultades, evaluando cómo la idea propuesta podría ayudarlos. Otra forma más directa es comentar la idea con amigos o personas del entorno, para capturar rápidamente sus primeras impresiones.
Lo anterior no quiere decir que la investigación despeje todas las dudas o genere la totalidad de respuestas buscadas, pero sí sirve para tener una validación preliminar de la idea. Siempre es mejor basarse en información real que en meras suposiciones sin comprobar.